sábado, 9 de abril de 2011

camino de rocas


Hoy queremos hacer una ruta a nivel del mar, por las rocas que quedan cuando la marea baja, entre los acantilados y el agua.
Empezamos en Cala Cortada, donde esa roca se levanta como una liebre a contra luz (un puntito blanco dentro del azul del agua en el plano). Todo esto es precioso, espectacular, marciano. Las rocas tienen diversos colores, un marrón violáceo, otras grises veteadas, otras más verdosas como de azufre. La vegetación le da un toque naranja y verdoso. El agua es tan transparente que uno puede ver perfectamente el fondo sin gafas.
En la punta del esparto hay un arco natural y, enfrente un muro arrugado. Aquí hay una franja rocosa ancha y paramos a dibujar y tomar el sol. Jóvenes pescadores y sus chicas bronceándose sobre la piedra. Hay pocetas donde el agua está más caliente. Me baño con las zapatillas con cuidado con los erizos. Mujeres mayores cogen lapas o no sé qué. Llevan una especie de rastrillo pequeño.

La Playa del Embarcadero es de chinatos marrón-rojizos. Está lleno de inquilinos de autocaravanas, que tienen aparcadas arriba. Viejas y usadísimas furgonetas con toldos movidos por el viento. Muchos perros. Un estilizado galgo blanco y negro con una herida en el muslo.

Un trozo inaccesible nos hace bajar a los Escullos salvando la punta. Impresionantes desde abajo. Acantilados blancos con una especie de sombrilla bordada en la parte superior. Como un flan reviejo que se agrieta y cae a trozos sobre el agua.
En el castillo de San Felipe hay una boda civil. Aprovechamos para pasar. Es una pequeña fortaleza con un patio rodeado de habitaciones con chimenea. Una rampa sube a la terraza de la artillería. Un marroquí recoge sillas plegables y empieza a enrollar una alfombra azul que viene desde la puerta. El viento juega con los bloques de piedra y hace formas dependiendo de su densidad y resistencia. Algunos casi se han perdido y sólo hay un hueco. Otros muestran una especie de panal de piedra. La arena desprendida vuela por el castillo, baja las escaleras y cubre los suelos de las habitaciones. Hay unas plantas con flores amarillas que echan su raíz en esta arena, que la bruma humedece.

Vamos al coche y nos acercamos a la Isleta del Moro (esas casitas blancas a la derecha en el dibujo de los Escullos). Nuestro bar favorito, La Ola, está a tope. En la barra nos tomamos unas cervezas con taberneros y revuelto de huevo (con tomate). Lo mejor que entra en barriga.


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