martes, 31 de mayo de 2011

plaza de santa cruz, de madrid

Durante mucho tiempo he venido a esta plaza a leer el periódico en sus terrazas. Es una de las plazas más bonitas de Madrid y, a pesar de lo céntrica que es, también tranquila. En el cruce con la calle de la Bolsa, unas marcas indican donde estuvo la torre de la antigua iglesia de Santa Cruz, que fue la atalaya más alta de Madrid, desde donde se veía toda la ciudad. Ahora la iglesia está en el solar del que fue el convento dominico de Santo Tomás, cuyo altar mayor, como castigo divino, cayó sobre ochenta feligreses, que quedaron sepultados. La nueva es de estilo neogótico, de ladrillo rojo. Todos los días me despertaban sus campanadas de las nueve. Siempre con la misma melodía. Cuando trataba de emularla se me iban las notas al filomátic y Beni me corregía.
Allí también está el Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación, que fue cárcel de corte. Es un edificio de fachada simétrica con tejados de pizarra que acaba en agujas en sus torres estilizadas. La portada es de Antonio Herrera. Tiene un balcón con banderas y, sobre él, un frontón triangular que acaba en un ángel blanco.
Hace unos pocos años hicieron un parking, lo que hizo imposible un centímetro de tierra y árboles de acuerdo con el tiempo de la plaza. Ahora sólo hay granito y unos arbustos en macetas que, con el tiempo, se perderán. También un apestoso ascensor de metal y cristal. En el entorno quedan algunas tiendas antiguas: Lanas Sixto, una cerería, guarnicioneros, alguna espartería y cordelería. Hay pensiones baratas y también están los bomberos. Los zaguanes suelen usarlos los mendigos, incluso ahora que hay acampada en Sol.
Ahora el Ayuntamiento la convertirá en mercado gastronómico para pijos durante esta semana, supongo que en la línea del Mercado de San Miguel, en su afán en convertir todo el centro de Madrid en un centro comercial ¿cómo puede uno pasear tranquilamente sin que lo traten como consumidor?. Casi todas las plazas se han convertido en bares o restaurantes y las que no, están llenas de casetas de feria. Siempre celebramos algo y, cuando menos te lo esperas, te han metido en una cola.

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