martes, 31 de mayo de 2011

supervivientes


Mi teoría sobre las plantas es que no hay que atiborrarlas de agua, ni sulfatarlas, ni abonarlas; sino dejar que vayan adaptándose a su sitio poco a poco hasta llegar al punto de no necesitar nada de energía.
Esto es casi imposible, pero le ayuda mucho que tenga mucha tierra y un poco de agua cuando arrecia la pertinaz sequía.
Este geranio que dejé abandonado en la terraza de mi anterior casa de Madrid, se ha convertido en un arbusto de ramas leñosas y tiene este maravilloso aspecto. Naturalmente, no estoy satisfecho de mis cuidados, debe haber sufrido mucho. Pero ahí está: fuerte y lozano como un chavalín lleno de arrugas y heridas.
Esta es la única teoría posible para alguien que no tiene un sitio fijo donde vivir. No puede estar uno toda la vida mudando muebles y plantas, ni coleccionando gente.

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