sábado, 3 de septiembre de 2011

31may09 hanoi-madrid



Me desvelo, hoy es el fin. Pillo una moto a la Ópera. En la fachada están haciendo una promoción de yogures (en Vietnam no se venden productos lácteos) y han disfrazado de vacas a los pobres chavales con unos trajes felpudos con prótesis engordosas. Creo que morirán deshidratados. A las chicas les hacen enseñar sus piernas blancas como la leche y se sienten ridículas.
Paseo por el barrio francés. Anchas calles arboladas con bonitas casas. Una casa con un inmenso árbol. En lo que fuera jardín, unos abuelos juegan al cricket. Giro al Oeste y luego al Norte para entrar en la Catedral. Un hombre solo leyendo el periódico delante de San Antonio. Techos altísimos con arcos neogóticos y vitrales. Flores de lis en los frisos. Al lado La Salsa, un bar a la española con barra y taburetes. Le pido fuego al camarero y me regala una caja de cerillas.
Vamos hacia el Museo Ho Chi Minh. Un polo en una heladería. Las clientas ya se han descalzado. En el bus 32 vamos hacia el zoo. Es un parque pensado para los niños, con muchos quioscos de chuches entre árboles y animales. No hay muchas medidas de seguridad y uno casi puede tocar los animales. Vemos el oso negro asiático, el leopardo de las montañas de Vietnam, el tigre de Indochina y el de siberia, el elefante asiático meando en cascada, el gibbon blanco y el negro, el culí, el gato asiático, el puerco espín malayo, el macaco, culebras, cocodrilos y más reptiles, monos, perdices de siberia y aves de la jungla...y muchos animales desconocidos para mí.
Descansamos en una cafetería, junto al lago repleto de patinetes-cisnes, con mobiliario de los cuarenta, aire acondicionado y vistas. Bocadillo de atún y rollito de pollo con salsa bechamel dulce con Ha Noi Bia y jugo de papaya.
En la calle, fuman sentados sobre sus propios talones. Compramos cuatro chorradas. Caigo en la tentación de un reloj de cuerda y tabaco. Beni en la de un precioso y elegante vestido vietnamita. Recogemos las mochilas y pillamos el minibús de Vietnam Airlines. En el mostrador, la siguiente está completamente pegada a nosotros. Ellos viven juntos en poco espacio, sin eso que llamamos intimidad. En el tren no les importa tocarse si hay un pequeño hueco donde dormir, como una manada. A nosotros nos molesta que nos toquen, a ellos no.
A pesar de que son once horas, el viaje resulta mejor de lo esperado. Hay una cámara en la cola del avión que retransmite en directo el despegue y el aterrizaje. Engancha. Los vietnamitas desconocen las normas y van al retrete mientras aterrizamos. Las azafatas no se imponen, son unas crías.
Frankfurt ya es otra historia. Un tanatorio congelado lleno de policías que hablan alemán. Controles y controles. Enseño toda la ropa sucia que llevo. Pasillos para rebaños. Las azafatas hablan un extraño español subidas en un púlpito. La vuelta va a ser difícil.


Cuaderno de Vietnam: francés, de 16x24 centímetros, apaisado.  64 páginas de cartulina blanca cosidas y pegadas con guardas blancas a portada de cartón duro forrado de negro con estampado en seco donde he puesto un adhesivo con la bandera vietnamita. Lomo reforzado, a la vuelta, con esparadrapo de tela negra.

Para los que piensen en viajar por su cuenta a Vietnam: La media de gastos diarios, sin contar los billetes de avión de ida y vuelta desde y a Madrid, ha sido de 45 euros, todo incluido, dos personas.

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