martes, 17 de abril de 2012

arroyos y árboles

Contaba Antonio Pellitero, el marido de la Eulogia, que nació con el siglo XX, que cuando él hizo su casa, en los años veinte, el monte llegaba hasta las puertas falsas. Ahora en todos los alrededores de Mestanza, de dos a cuatro kilómetros a la redonda, no hay más que pasto y alguna retama. No amamos los árboles, ni siquiera los entendemos.
Me siento especialmente bien bajo un gran y viejo árbol. Me infunde respeto, admiración; como un hombre sabio o una obra de arte. Plinio dijo que el primer templo fue un árbol. Aparte de las encinas, si uno busca un buen ejemplar tiene que seguir el cauce de los arroyos.
De abajo a arriba voy de Arroyolahuerta al principio del arroyo, al final del Paseo. Grandes árboles que aún no tienen hojas y ya están llenos de nidos (segundo dibujo). El esqueleto en lonchas de su gemelo (sólo vemos madera). Saltando el Puente del Santo, enormes troncos cortados de chopos gigantes y eucaliptos que daban sombra al paseo del cementerio, aquí empieza a encauzarse el arroyo. Entre la piscina y el campo de fútbol, un eucalipto gigante con ocho troncos que nacen de un círculo. Los troncos se inclinan buscando la luz, formando una copa de extraordinarias dimensiones, como un templo de Gaudí (primer dibujo). Sentarse a su sombra supone una sinfonía de pájaros. Uno se siente muy bien. Algún gracioso ha hecho fuego en el circulo central.
Más adelante, junto al Pocillo, un olmo centenario podado a lo bestia, sin proporción, desmesuradamente. Es el árbol más antiguo del paseo. Un abuelo que pasea me cuenta que él siempre lo ha visto ahí, y ya grande, y tengo 77 años. Ahora está lleno de agujeros, de las podas salvajes. Y al final del Paseo queda el esqueleto de un olmo centenario que Beni conoció en todo su verdor y que ahora es un trozo impresionante de madera podrida que se deshace poco a poco.
Finalmente, y como despedida de Mestanza, hay un lugar especial subiendo el Arroyo del Venero, muy cerca del collado. Es una chopera en medio del silencio, junto a un olivar bien cuidado, en cuyas cavas y pedrizas hay bastantes espárragos. Hay un pequeño claro de fértil y blando suelo de silre. Allí se está en la gloria. Es el último dibujo. Hay un chopo mucho más grueso, mayor y más viejo, a la derecha del todo. El padre de todo el resto.

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