miércoles, 11 de julio de 2012

camino de santiago: de portugalete a el haya


Me despierto con el sonido de las gotas en el patio. Y luego todo el día agua, agua, agua y más agua. Bajamos a la ría y vemos el famoso puente de Bizcaia inaugurado en 1893. Una especie de ferry colgando de una estructura metálica tan alta que permitía pasar a los barcos. Después cogemos el bidegorri, el camino rojo, una antigua vía minera reconvertida para el uso de peatones y bicicletas y, ahora profusamente decorada con robles, hayas, fresnos, arces, álamos y abedules. Pasamos por muchas huertas, algunas con gallinas, caballos, burros o negros cerdos. Me hago un palo con caña de veral. Acabamos en la playa La Arena, donde practican los surfistas con neopreno hasta  las cejas. Carlos nos invita a unos pinchos en el bar Waitaqui, con unas estupendas vistas a la playa.
Volvemos hacia atrás pues el puente está cerrado y no se puede cruzar la ría en la playa. Cruzamos por el puente frente a la refineria de Empetrol. Un paisano nos cuenta que esta refinería destrozó todo el paisaje y la ría, que se dragó y canalizó, acabando con la pesca y las angulas. El jefe es un pope del PNV, dice. En estas tierras nació La Pasionaria y de aquí era su hombreEsto ya no se parece nada a lo que fue. También nos cuenta que a los cántabros de esta zona les llaman cucos porque, en los tiempos en que los de Bizcaia no hacían la mili, las mujeres se venían a parir aquí para inscribirlos.
Llegamos a Pobeña, subimos la escalera de 120 escalones que sube a un camino muy chulo arriba de los acantilados, con vistas a las rocas de lonchas cortantes y la playa desde otra perspectiva. Al final, aparecen los descargaderos de mineral de hierro. Hasta aquí se acercaban los barcos. Ahora sólo hay ruinas.
Una chica para el coche para enseñarnos un atajo a El Haya. Os podéis ahorrar dos o tres kilómetros, nos dice. Pasamos otro puente y encontramos nuestro hotel en plena nacional, frente al club Milenium, justo en la frontera entre Euskadi y Cantabria, con camiones aparcados. Comemos y comemos mientras llueve y pedimos norte a una señora con dos lotes de conservas en la calle. Después de mucho negociar y enterarnos de la calidad del aceite, resulta que la señora no vende nada; tiene los botes al fresco porque acaba de ponerlos al baño maría. Un lote para su hermana y otro para ella. Y nosotros que no sabemos más que ser turistas. Un pastor nos enseña sus ovejas carranzanas y encontramos un bolañego que vende gallinas por estas tierras.
No hay sopa para nosotros, pero sí una cama que dice métete, métete.

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