jueves, 21 de febrero de 2013

villazón


Llegamos a las seis de la mañana a la terminal de Villazón, en la frontera. Está todo nevado y hace bastante frío. En la terminal están cerradas las compañías y no podemos preguntar. Decidimos subir a la
sala de espera, mirar planos y decidir. La sala es una nave con techo metálico en curva y el suelo de madera. En un rincón hay un ring y sillas alrededor y un gran cartel pintado que dice que es una escuela
municipal de boxeo. Está completamente vacía y sobre las sillas hay maletines de instrumentos musicales. Decidimos, frente al mapa, bajar por Argentina hasta Asunción. Nuestro próximo destino será San Salvador de Jujuy y hoy descansaremos.

Pillamos un hotel con buena pinta para descansar a gusto. Está en la plaza del pueblo y, sobre todo, está abierto a estas horas. El encargado dice que Bolivia es un extraño país lleno de gente muy diferente, ese es el problema. Parece un fiel defensor de Argentina y nos cuenta que está soltero como mucha gente por aquí y nos propone coger el bus unas cuadras más allá que ya es La Quiaca (el primer pueblo de Argentina), que allí nos saldrá más barato y será mejor carro sin duda. Y que no ha nevado, sino que granizó anoche con fuerza, arruinando la fiesta.

Ponemos la tele y nos certificamos. Cuando nos levantamos, pasamos la frontera andando. Mogollón de bolivianos pasan enormes paquetes cargados a las espaldas por las vías del tren que va a Uyuni. Sacamos pesos argentinos y nos comemos un churrasco riquísimo con patatas y unos tallarines con un jugoso pollo. Hacía tiempo que no comíamos una carne así. Quizás sólo exista en Argentina. Se sale. Argentina es otro asunto. Todo es mejor, de más calidad, pero también es más caro y, al final, se va pareciendo más a lo nuestro y sólo resulta sorprendente ahora que venimos de un país flipante, pero llevamos tantos días que la novedad es esto, lo de siempre. 

La vuelta a Villazón, a Bolivia, es espectacular. Cholitas y cholitos tomadísimos, vierten la cerveza, mascan hojas de coca y bailan con serpentinas por todo el cuerpo al ritmo de las morenas. Alegría,
cohetes, globos con agua para las chavalillas. Cambiamos los bolivianos que nos quedan en dólares y gastamos lo sencillo en champú y pipas (¡cuánto tiempo sin mondar pipas!), dejando una reserva para
la cena. Llamo a la policía de Uyuni para ver si alguien ha llevado el libro, el número no tiene ni idea y luego me dice que llame nuevamente que están ensima del caso. Desalentador, ni siquiera sé si la tele
anunció mi llamado o se embolsó los bolivianos. Ellos mismos me dijeron que los bolivianos (ahora las personas) ya no son como antes (de honrados). Tout perdu.

Ya en el hotel, vemos al Real Madrid contra el Olympic de Lyon en el Canal 4 de Nicaragüa. Sin sangre en las venas, desesperan en los últimos minutos y Granero la caga. Para colmo, los comentaristas van con el Lyon porque tienen algún argentino. Ya ni salimos, nos comemos unas manzanas delante de la tele y yo trato de empezar un nuevo cuaderno para Argentina y Paraguay. Estamos completamente decididos a descansar del palizón de tres días en el todo terreno. Recomendaría a todo el mundo que lo hiciera desde Chile hasta Uyuni y quitarse así el día de vuelta.

Desde Potosí no hemos cogido ni una sola carretera asfaltada, ni un vehículo cómodo. Esto ha pesado bastante en la decisión de no acercarnos a Asunción por Bolivia sino por Argentina, aun sabiendo que
será más caro y, quizás, menos atractivo.

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