lunes, 10 de noviembre de 2014

quejas en cienfuegos



Anoche estuvimos de fiesta en el malecón. Había varios bares con música fuerte y los cubanos se sentaban alrededor haciendo botellón de ron para no gastar. Es chulo verlo todo a tope con esos coches de los cincuenta y la gente bailando y divirtiéndose. Sacamos nuestra botella y los dibujé. Luego volvimos a casa paseando. A las siete de la mañana se seguía oyendo la música.

Cuando los rusos se largaron, el país quedó abandonado, en declive. Antes, el salario me daba para vivir bien, ahora me llega para la leche, el café y la carne que necesita mi familia ¿Cómo llegar a fin de mes? Solo robándole al Estado. Llegan solo aquellos que tienen un puesto con posibilidades o un familiar fuera. Ellos son los ricos de Cuba, los que compran en los shopping. Nosotros tenemos que permutar nuestras casas por otras más pequeñas para conseguir dinero negro. Ellos reciben mejores casas, construyen en solares, montan pequeños negocios. Ellos progresan, nosotros nos hundimos.
Esta casa es de una abogada de prestigio jubilada, pero no tiene posibilidades. Entonces se asocia a un matrimonio de dirigentes y habilitan una habitación para el turismo. Con el dinero ganado abren otra habitación, con las que ya pueden ganar 48 dólares diarios. Teniendo en cuenta que un doctor gana 27 dólares al mes, es tremendo salario. Esto sube el nivel de vida, las tiendas de pesos dejan de tener artículos... todos aquellos que no tenemos sobresueldos nos vamos empobreciendo. La gente vende helados en la puerta, sale con unos limoncicos y dos mangos a ver si vende. Esto es como el resto del mundo, los ricos se enriquecen con lo que le quitan a los pobres. La Revolución ha muerto. Cuba está acabada. Solo queda el brillo de las jineteras.

Salimos de este bucle a tomar el aire, cogemos un carretón. Una señora nos explica que el 28 de octubre se celebra la muerte de Camilo Cienfuegos en este malecón. La gente hecha flores a la bahía y Camilo sale del agua. La cola de un avión con la bandera cubana es lo que quedó como recuerdo.

Pillamos una moto. Visitamos el Jardín Botánico y la playa del Rancho Luna. Nos bañamos en azul turquesa. Las iguanas pasean por la arena junto a los viejos con parejas increíblemente jóvenes. Paseamos por el otro cementerio, con mogollón de árboles. Comemos bocatas con Manacas dispensada y, finalmente, devolvemos la moto.

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