sábado, 17 de septiembre de 2016

madrid-copenhagen-helsinki













Avión hacia Copenhagen y allí otro hacia Helsinki. El avión que cogemos en Madrid es muy cómodo, con mucho espacio entre los asientos. Es pequeño, yo estoy en la ventana y Beni en el pasillo. Nos dan un periódico, un aperitivo y comida con un cabernet savignon francés bastante aceptable, café y un cognac francés con marca de coche, y que me presta bastante bien. ¿Cómo puedes beberte eso con el pestazo que echa? dice Beni.

En el aeropuerto he comprado una petaca de whisky, creo que estos nórdicos son muy estrictos. Mientras Beni duerme, todo se ha llenado de nubes. En dos horas y media estamos en Copenhagen. Allí solo vemos su aeropuerto super racional y super limpio, con los suelos de madera. Cogemos otro avión que nos lleva a Helsinki. Nos ponen cena.

En Helsinki (verde, bosques, nubes, agua, el sol rojo en el horizonte) no nos espera nadie. Cogemos un taxi comunitario por noventa marcos finlandeses, unas dos mil pesetas. La noche es silenciosa y llena de árboles. El hotel (SAS Royal) es de lujo. Los muebles son simples y funcionales. En la decoración predomina la madera. Nuestra habitación está decorada como si hubiéramos llegado a la India. Da a una hermosa plaza.

Las calles están llenas de jovencitos rubios por la noche que hacen cola en los garitos para bailar. Se nos están helando las orejas. Para nosotros, en la cultura del todo nuevo, todo tiene un look rancio, un diseño de los cincuenta y cuarenta, cafés decadentes, madera con un viejo olor, tranvías. Pasamos por un parque de arces lleno de tumbas y una librería de libros antiguos con hermosas portadas ilustradas. Se ven muchas bicicletas y quioscos de perritos calientes y hamburguesas.

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