martes, 20 de junio de 2017

el cuaderno de joan didion



En el verano de 1970 Joan Didion estuvo viajando en coche durante un mes por el sur de Estados Unidos, Luisiana y Misisipi, sobre todo, algo de Alabama. Iba con su marido, el novelista John Gregory Dunne, y no tenía un encargo de ninguna revista, ni tampoco un propósito claro. Durante el viaje tomó notas en un cuaderno, borradores que no estaba segura de para qué podían servirle. Unas veces las notas eran entradas de diario; otras, observaciones breves, resúmenes de conversaciones escuchadas en una cafetería, o junto a la piscina de un hotel, o en la peluquería.

No tener propósito ni itinerario definidos le permitió una libertad que no se habría permitido al trabajar en una crónica. El azar de lo que veía y escuchaba y la inmediatez sin premeditación de lo que iba escribiendo se conjugaban, sin que probablemente ella se diera cuenta, en una instantaneidad fragmentaria de fotografías. En Nueva Orleans vio desde la acera un coche que se empotraba contra una pared y una mujer al volante que sacudía la cabeza y se quedaba muerta en el acto. En la piscina de un motel se fijó en que había algas y colillas de tabaco. Al final de un camino de tierra ella y su marido se encontraron en un criadero de serpientes. Junto a una gasolinera una niña descalza, con un vestido de tela floja que le llegaba más abajo de las rodillas, llevaba en la mano una botella vacía de Sprite. Una señora negra estaba sentada en el porche de su casa decrépita en un asiento arrancado de coche. En las reuniones sociales los hombres hablaban de sus hazañas de cacería o de pesca y las mujeres de niños y de recetas de pasteles. En el bar, junto a la piscina de otro motel, un grupo de hombres bebe y murmura juntando mucho las cabezas y señalando a Didion, que lleva el pelo largo y suelto y va en biquini. 

Las notas de aquel viaje se quedaron durante 46 años olvidadas en un cuaderno. 


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