viernes, 30 de marzo de 2018

por cabañeros





A las once arranco mi Renault 4 TL con algunas maletas, un ordenador y unos cuantos cuadernos. Partimos hacia Carrión y luego Fernán Caballero, donde paramos para ver su iglesia de Nuestra Señora de Gracia en su plaza triangular con una fuente de vivero con leones que puede verse en un montón de pueblos de la zona (alguien hizo el agosto). Un cartel la vende bien como mudéjar y luego herreriana, pero está cerrada a cal y canto y en el Ayuntamiento nos dicen que no se puede visitar.

Pasamos por el embalse de Gasset con los árboles de la orilla metidos hasta las rodillas. La gente pasea y retoza al otro lado de la carretera, en la parte que llega el río Becea. Nos apartamos de la carretera maravillados por unas grandes construcciones de tapial que parecen una gran industria agrícola con iglesia abandonada a su suerte. De cerca la iglesia parece más nave con palomar adosado. Otra parada, hemos optado por el viaje lento, en el embalse de la Torre de Abraham, que retiene las aguas del río Bullaque. En Retuerta del Bullaque llegamos a la casa donde dormiremos. De aspecto monacal, sus pequeñas habitaciones rodean un patio de dos plantas con fuente y una gran palmera. El pueblo mantiene muchas casitas de una planta hechas de piedras rojizas y ladrillos rodeando puertas y ventanas. En muchos casos están jalbegadas de blanco con friso también blanco o rosado. Me gusta mucho el aspecto de las fachadas blancas sin perder el relieve.

Ya en Navas de Estena, damos un paseo por la orilla del río Estena en una zona encajonada que llaman boquerón. Por un camino que discurre por ambas orillas, con puentes de madera para pasar a un lado y otro, acompañados de alcornoques, fresnos, jaras, romero, lentiscos... y vigilados por sus extrañas formaciones rocosas de pizarra y cuarcita. Hace millones de años esto estaba cubierto de agua marina, corrían los trilobites, se agarraban las anémonas y hacían túneles los gusanos gigantes.
De todos ellos quedan fósiles en estas orillas, y algunos ejemplos de discordancia toledana.

Para nuestro descanso nos sentamos en el bar Casa Román, donde trabajan los hermanos Dimitri, Alejandra y Román, que vino de Madrid a echar una mano, con su padre. Dimitri, el menor, es un tío muy curioso que parece que el pueblo le queda un poco pequeño. Hablamos un poco de cine mientras lo dibujo. A Alejandra le gustan los paseos por la montaña y suele ir a los Picos de Europa y los Pirineos. Tiene esa cara blanca saludable, con chapas, que tienen las mujeres del campo de los países del Este, al menos en las películas,  y esa agradable sonrisa. Dimitri da el aspecto de salud mental, más que física, algo así como un jugador de ajedrez. Román es diferente, como salido de un gimnasio. Jeyco creo que es hijo de la mujer de Román y tiene un simpático y algo triste aspecto bengalí. El padre trabajó de pastor por los años ochenta y encontró un pesado meteorito gris con oquedades anaranjadas (como óxido de hierro) que lo tiene expuesto en el bar, junto a unos recortes de prensa en que destacan más la anécdota de que lo usó para prensar jamones que su valor en sí.

Son gente maja y se enrolla. Los dibujo y me invitan a probar varias marcas de la bodega de la Dehesa del Carrizal: el multivarietal, el cabernet sauvignon y el syrah, vinos ricos del pueblo, donde también se elaboran los deliciosos vinos de la bodega Vallegarcía: Petit Hipperia, Hipperia y Vallegarcía  Syrah, viñedos y bodegas que visitamos esta tarde. Grandes vinos concentrados en esta pequeña zona de los Montes de Toledo.

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