sábado, 11 de febrero de 2012

rebobinando


 Mientras Beni echa la última cabezadita, voy al mercado de Copacabana a desayunar. Paso donde el cartel de Mates, Cafés, Té, Leche y me siento en el puesto de Elva, que acaban de abandonar y un mendigo limpia la mesa para sacar algo. Me tomo un café con leche resién hervida, a la que retiro la capa de nata no vaya a ser que esta vuelta a la infancia me preste mal. Mojo dos buñuelos recién fritos, son como porras o tallos más huecos y con miel. Departo con los locales Mario y Faustino, que se dejan dibujar con gusto y sorpresa. Me preguntan de dónde soy y pienso un poco antes de responder en qué hicimos con esta gente que llevan nuestros nombres y hablan nuestro idioma. Les enseño todo el cuaderno por petición y se quedan contentos. Nos presentamos y me desean feliz viaje.
Seguidamente rebobinamos en autobús. Todos los alrededores del lago, Puno (por fin dibujo las fabulosas esculturas indígenas de su portada sintiendo la pérdida en el trasvase a las dos dimensiones), el espectacular altiplano. Tiramos tanto de la cinta, que salta y se malogran los cachitos de hierro y cromo. A la una de la mañana estamos atascados en mitad del desierto. Afortunadamente hemos comprado boletos de Cruz del Sur, con dos buenas camas para olvidar todo y dormir sin piedad.



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